Encontré un par de mensajes suyos en el contestador, pero no sentí ningún interés en llamarla. Tres días después, me dejó una notita pegada al portero eléctrico:

Hey Josh, quiero verte. Podés pasar por casa mañana 8:30 pm ?
Espero que si. Hasta entonces, Erica.

Llegué pasadas las nueve. Logré estacionar en la esquina de su casa, en la puerta de un luminoso drugstore 24hs, esperando de algún modo, que eso fuera suficiente para mantener mi auto a salvo.

Erica vivía en un pequeño departamento de un ambiente, al final de un pasillo azul descascarado, en un segundo piso. Cuando me abrió la puerta, estaba descalza y vestía un camisón viejo de color blanco levemente rosado.

El lugar olía a humedad y sahumerios y un interesante velador estilo 60’s iluminaba la habitación de rojo intenso. Pero lo más curioso de su monoambiente era que no había lugar donde sentarse, salvo en su cama revuelta. La única mesa en la habitación, por algún motivo, no tenia sillas. No pregunté nada.

-Sabes? dijo ella. No era un tumor en el oído, sino en el cerebro. En la base del cerebro.  La miré, pero no dije nada. Nunca estaba seguro sobre cuando hablaba en serio, mentía o bromeaba, ya que tenia la costumbre de hacer una de esas tres cosas constantemente. Normalmente el factor común era el neurólogo, el cáncer, el psicólogo, la infertilidad y las drogas. Era una chica extraña, muy distinta a otras que conocía y aunque no me gustaba del todo, algo en su mente me atraía.

Erica estaba en la cocina, luego volvió con una bandeja plateada. Me mostró una torta de chocolate que estaba a  punto de meter en el horno, volvió a la cocina moviendo su culo semi firme y regresó con una botella de un licor de
café que ella misma preparaba, o eso decía hacer. Se sentó frente a mi con las piernas levemente abiertas, mostrándome su bombacha todo el tiempo.

-No ves el partido ? -preguntó.
-Que partido? -Sabía perfectamente que se jugaba un importante partido, pero quería dejarle en claro lo poco que me importaba.

-Claro! cierto que sos vos, a veces me olvido. -Dijo riendo.
-Hay un partido ?
-Claro tonto ! está jugando la selección nacional, pero no tengo videocable, así que no podemos verlo.
-No pensaba ver ningún partido de nada de todas formas.
-Querés fumar algo ? tengo una buena -dijo ella.
-No..
-Por que no tenés sillas ? -Pregunté.
-Para que quiero sillas ?
-Para sentarte, supongo.
-Para eso tengo la cama.
-Ok.
-Y tu novia, la rubia de mierda esa ? -Dijo.
-Pasó a la historia.
-A la historia tuya y al presente de otro, según se vea, no? -Dijo Erica riendo, intentando sonar inteligente y morbosa. -No te molesta saber que se la coje otro ? Se apuró a decir.
-No me molesta. Es natural.
-Yo creo que si te molesta.
-Ok, si. Me molesta. Y mucho. Pero no quiero hablar de eso ahora.
-Viste como somos las mujeres, no? les hacemos pagar lo que ustedes nos hacen.
-No creo que ella me esté haciendo pagar nada. Solo hace su vida mientras yo intento tener una.

Pude ver a Erica exhalando una cargada bocanada, la primera. Inclinando su cabeza hacia atrás, poniendo su bien
formada boca forma de “o”. Me dejé llevar por el humo y sus formas caóticas. Estaba coloreado por las luces de la
habitación, flotando por sobre nuestras cabezas de modo lento, ajeno e inocente.

-Y que, estas escribiendo algo bueno ahora ?
-Mierdas. Todas mierdas. Tengo tres o cuatro relatos que no logro cerrar.
-Contame de vos, estas trabajando, haciendo algo? -Pregunté, aunque realmente me importaba muy poco.
-Nada, no quiero trabajar, quiero buscarme un macho que me mantenga. -Dijo riendo.
-Y ya conocés alguno que tenga dinero como para mantenerte, zorra ?
-Vos tenés dinero Josh. Se me hace que tenés mucho. Se nota por como te vestís.
-No tengo tanto como pensás.
-Podría ser tu amante paga. No pido mucho.
-Mierda, no digas eso. No me gusta que me veas así.
-No vas a tener que mantenerme mucho tiempo, despues de todo, tengo cáncer…

Nos reímos. Seguimos bajo la luz roja de la habitación. Erica movía lentamente las piernas, las abría, las balanceaba y las juntaba. Todo el tiempo podía ver perfectamente su bombacha. Era su técnica. Uno de sus tantos modos de probar a sus hombres. Le gustaba incitar, crear situaciones. Sabía perfectamente que cuando el occidental promedio habia recibido suficientes dosis de estímulos comenzaba el acoso. Y era entonces cuando ella tenia
el control de la situación, negándose, llevando a sus hombres a niveles denigrantes, haciéndolos sentir inseguros. Era su modo de recibir atención. Era su modo de ser cruel. Todos teníamos uno. Mantuve todo el tiempo mi mirada en sus ojos y en sus manos cuando las movía gesticulando al hablar: eso la confundía, la hacia actuar con más obviedad aún.
Así todo, me estaba tentando.

Mientras me hablaba, pensaba en lo primitivo de mi deseo: tener acceso a un órgano reproductivo. No habia magia, no habia grandes secretos: Un hombre promedio, para llevar una buena mujer a la cama, necesitaba minimamente conocer algunos cuantos chistes, saber bailar, recordar aniversarios, hacer regalos y aguantar toneladas de charlas absurdas. Mientras que ellas no necesitan más que sentarse frente a un hombre, donde quiera que sea, con las piernas levemente abiertas, exponiendo una promesa que no era más que el acceso a un orificio de carne repleto de terminaciones
nerviosas.

-Vamos a cenar? te invito. -Sabia que, quien fuera su novio, si es que habia realmente alguno, no era más que una pobre escoria incapaz de pagar una cena digna.

-Hace meses que no me llevan a cenar, Josh. La ultima vez fui a una pancheria. Pero prefiero quedarme en casa con vos hoy, charlando. Además estoy cansada por los estudios que me hicieron en la mañana. Veni, acostate. -dijo mientras se extendía en la cama.
-Por que hay olor a raid acá? hay arañas? -pregunté.
-Es que se habia metido un grillo y les tengo miedo. Lo tenía abajo de la cama y lo quería agarrar pero no podía,
así que tiré agua en el piso para que se quede pegado y no pueda saltar,
pero saltaba igual y después no lo encontré más y tuve que dormir toda tapada…
-Y el olor a raid ? -volví a preguntar.
-Tiré un poco recién por si está el grillo aún ahí abajo.
-Los grillos no hace nada, no lo mates. -le dije.
-Me dan miedo. Con que derecho se mete en mi casa ?
-Cuando yo encuentro un insecto en mi casa, lo meto en alguna cajita y lo suelto por el balcón.
-Y es lo mismo, tonto. Se hacen mierda cuando caen.
-No mono, los insectos no tienen vértebras, no les pasa nada.
-Entonces por que se mueren cuando los pisás ?
-Es distinto. Son dos cosas muy distintas..

Me levanté y entré en un pequeño baño desordenado. Lo primero que noté fue su cepillo de dientes: parecía una escoba vieja. El piso estaba mojado, la canilla no goteaba, sino que de ella brotaba un delgado, pero constante,
hilo de agua. Intenté cerrarla pero no era posible. Vi una bombacha colgada en el picaporte de la puerta. Era negra. La tomé y la miré: estaba usada. Observé detalladamente el área donde roza la vagina, la llevé a mi cara y la olí profundamente. Supe con claridad que no me iría sin tener, al menos, una buena chupada. Volví a dejar su bombacha. Antes de salir me limpie la punta del pene con una toalla gris y usé la misma toalla para quitar unas gotas de orina derramadas en la tapa de su inodoro que no habia levantado. Me importaba poco, despues de todo, no era mi toalla.

-Te veo triste, Josh. Pero no voy a hacer preguntas..
-Triste? no, nada. Lo de siempre. Problemas con mujeres. -respondí.
-Te faltan mujeres? Vamos ! cuantas amantes tenés Josh? cinco, seis?
-No nena, no sé, no me veas así.
-Ya sé. Pero dale, cuantas tenés?
-Contándote a vos?
-Yo no soy tu amante man, ya no. No fuiste bueno conmigo.
-Entonces ninguna. Lo arruiné con todas.
-Voy a ver la torta. Querés una frutilla?
-No mono, gracias.
-Le falta poco -Dijo desde la cocina.
-Mono, poné música, tenés algo digno?
-Si, tengo algo especial para vos. -Tomó un cd de entre una pila de ropa arrugada, lo puso y me miró.
Era Sarah Vaughan. Me gustaba tanto o más que Ella Fitzgerald.
-Este se llama “Whatever Lola Wants” -Dijo en un ingles horrible leyendo la caja del disco.
-Gracias nena, me gusta que siempre me hagas sentir cómodo.
-Y esas fans? Te las cogiste?
-Una si, pero me costó una novia. Hice mal negocio.
-La extrañas a tu ex no?
-Mierda si. Mucho. No se si a ella en si, pero ciertas cosas, cierta paz, ciertos momentos..
-Que mierda man. nunca te había visto mal, pero me gusta que te muestres así conmigo.
-No la pasé bien estos últimos tiempos, mono.
-Y esa mina que me mostraste el mail? La del apellido raro..
-Lindberg? No paso nada, fue todo una real mierda. No solo no me la cogí, sino que en cierto modo me enamoré. Ya sabés, proyecté. Llegué a ver más de lo que habia o de lo que ella podía dar.
-Josh, que te está pasando? no te reconozco. Me das risa.
-Supongo que bajé la guardia un rato.
-Esta chica, Lindberg, las cosas se dieron vuelta. Mordí el anzuelo, me mandó unas fotos, y enormes cantidades de mails, casi todos brillantes. No podría dejarla pasar, me gustaba en todos los aspectos posibles. Sentía que había encontrado una en un millón.
-Josh, vos y tus rubias chetas de mierda.
-No nena, no es rubia ni es cheta. Un poco cheta si, pero lo tolerable. Ya sabés, leía Cosmopolitan, ese perfil.
-Una cheta hueca calienta pijas, como todas tus mujeres.
La miré. Cerré los ojos e incliné mi cabeza hacia atrás, apoyándola contra la pared.
-Mirá, -Dije con los ojos cerrados- Lindberg no era hueca, era lista, pero no del todo. Lo suficiente como para manejarla.
-Si pero, no la manejaste una mierda ! -Dijo Erica riendo.

No dije nada, pero tenía razón. Me relajé en la cama mientras escuchaba la música. Simulé pasarme ambas manos por la cara, solo para poder mirarla directo entre las piernas sin que ella lo note.
-Me paré, apagué la luz y volví a la cama. La tomé del brazo, la traje hacia mi y la besé. Sentí sus dedos en mis brazos. La acaricié suavemente, comenzando en su pelo y bajando mi mano lentamente por
su espalda, hasta llegar a su cintura. Una vez ahí la atraje con firmeza hacia mi, haciéndole notar lo que tenía para ella. Era parte del juego. Esperé a me tocara la pija. Una vez que lo hizo, le baje la bombacha, dejándole el camisón puesto. La giré contra la pared, me mojé los dedos con saliva y los llevé directo a su clítoris, pasando mi mano por delante de su cintura y, con mi mano izquierda guié mi pija tiesa hasta apoyarla suavemente en su vagina ahora húmeda, hundiéndola apenas un par de centímetros en ella. Esperé. Seguí frotando su clítoris en pequeños círculos con la punta de mis dedos y por momentos, los hundía en el interior de su vagina.
-Josh no, pará. Sin forro no !
-Mierda man ! Tenés alguna caja por ahí ? -pregunté.
-No, no tengo nada, mono.
-Ok, otro día entonces -dije.
-Andá a comprar, la concha tuya! acá en la esquina hay un quiosco! -dijo ella.
Me cerré como pude el pantalón y tapé mi erección llevando una polera de lana en la mano.
Entré al drugstore de la esquina, estaba lleno de gente. La mayoría vestía remeras de la selección nacional.
Todos ellos miraban un partido en un televisor de 20 pulgadas colgado de la pared con el sonido al máximo.
Los miré: me parecía incomprensible que alguien pudiera estar excitado por un deporte televisado.

Un hombre gordo con gorro negro que estaba entre la gente me preguntó que necesitaba. Compré lo mío y un chocolate con almendras para ella. Caminé lentamente hacia el departamento de Erica. Se me habían ido las ganas.

El sida era una mierda, pero coje con forro era peor aún. Crucé la calle mientras miraba la letra chica de la caja roja que tenía ahora en mis manos, decía: “La superficie de estos preservativos está cubierta con nervaduras circulares para proveer mayor estimulación, convirtiéndose en los preferidos femeninos”. Pensé en la palabra “nervaduras”. Sonaba horrible.

Ok, un polvo y me voy a la mierda, pensé.